La industria en
España llega de la mano de las instituciones públicas y del capital extranjero de los países industrializados. Los sectores autóctonos recurrieron al proteccionismo para aguantar el empuje de las nuevas tecnologías y los precios más baratos de los productos extranjeros, que, sin embargo, terminaron imponiéndose en el mercado interior, ya que tenían una calidad similar y un precio mucho más bajo. La
burguesía española no apostó por la industrialización, y por el cambio de los medios de producción, con lo que se quedó atrasada con respecto a las economías europeas más pujantes. La burguesía prefirió invertir su dinero en la compra de tierras. A la larga, la artesanía autóctona no pudo competir con los productos industriales, e intentaría crear un
mercado protegido donde competir con los productos fabriles.
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